Un momento cualquiera de  la primavera de 2017

Dos años después soy una persona muy diferente.

He dejado atrás mucha gente que, lejos de ser tóxica, no me aportaba ni tranquilidad ni amor. Suena cursi pero, todas las personas que nos sometemos a este tratamiento (y sus parejas), necesitamos tanto amor como estradiol.

Hoy necesito escupir mierda.

Aviso que todo lo que voy a escribir a continuación son sentimientos míos, con o sin sentido, justos o injustos, reales o inventados, espontáneos o controlables. No pido que nadie trate de hacerme ver que no debería sentir estas cosas, sólo quiero lanzarlos al vacío de este blog porque, tal vez, vistos desde fuera pierdan fuerza.

Hay una verdad irrefutable en todo esto y es que hay un antes y un después en mí desde que atravesé por primera vez la puerta de la consulta de Reproducción Asistida.

Unos dicen que he perdido brillo en la mirada (qué encantadores), para otros he entrado en el saco de las personas montaña rusa. Para algunos a veces estoy rara y para los menos sigo siendo la misma.

Visto desde dentro es como si estuviera metida en un bucle espacio temporal  al que se entra a través de un túnel con un neón rosa fluorescente en la parte superior donde pone Presión Social, The Magic Land.

La llamada “presión social” no es sólo que la gente te pregunte “¿y tú, cuándo?” al ver que gran parte de tus amigas luce un bombo de 5 meses o arrastran un carro con un bebé ultra gracioso que acaba de descubrir que tiene pies y para qué vamos a hablar de otra cosa si esos pies son lo más. Para mí la presión social es un miedo constante a defraudar a todos los que nos quieren y que están deseando que por fin les demos una buena noticia. Con cada negativo o mala noticia se me cae la cara de vergüenza cuando tengo que enfrentarme a contarlo porque pienso que continuamente estoy defraudando a todos los que esperan que nos salga bien. He aprendido a temer, tanto el momento de la llamada tras la beta, como el fatídico WhatsApp que copio y pego para todo el mundo y al que siguen un aluvión de respuestas cargadas de buenas intenciones pero revestidas de pena por nosotros, condescendencia  y esperanzas que, en ese instante, ni me llegan ni me creo. Aunque no tenga sentido, a veces casi me dan más pena los demás que yo misma.

Cambios. Por dentro y por fuera.

Ya no llevo ningún amuleto y me sentí tan desnuda como liberada al quitármelos. Ya no estoy pendiente de cuándo hay luna llena. Ya ni me alegro ni me deprimo por embarazos ajenos (salvo que sean muy cercanos), por un lado va el mundo y por otro yo con mi historia. Sigo escuchando historias milagrosas que dejan a Ana Rosa Quintana a la altura del betún; ¿Sabes que Menganita, que no tiene ovarios y acaba de cumplir 82 años, se casó con un transexual y se ha quedado embarazada?

Sonrío y me recoloco las orejeras de burrito para no desviarme. Ya no reacciono.

4 comentarios en “INCISO

  1. Acabo de descubrir tu blog y me he sentido muy identificada con muchas cosas que has puesto! Además yo también tengo una perra y dos gatos 😉 Me quedo por aquí a la espera de ver ese plan B…

    Un saludo!

    Por cierto, el título del blog es genial.

    Me gusta

Deja un comentario