La otra espera

Austeridad emocional

En teoría, cuando alguien desea con todas sus fuerzas tener un bebé durante más de años y pasa por todo lo que estábamos pasando nosotros, un positivo de manera natural cuando estás esperando un ciclo con esperma de donante, es una buena noticia, ¿no? Pues continuando con la teoría de que ésta es la ciencia más injusta que conozco, os confesaré que no, el miedo cubrió en ese momento todo atisbo de alegría.

Me quedé paralizada, ¿quién coño esperaba algo así? Llamé a mi novio y esa conversación la podían haber tenido perfectamente Mr. Bean y Millán Salcedo, sólo podíamos decir ¿Y AHORA, QUÉ? Seguido de frases ininteligibles.

Esa misma tarde volamos a Fertilandia para corroborar que no era un falso positivo y, efectivamente, ahí estaban el saco gestacional y la presencia de la ginecóloga para ponernos los pies en la tierra: De momento hay embarazo pero sabéis que hay muchas posibilidades de que el espermatozoide tuviese la cadena de ADN rota y esto no vaya a más. Tenéis que ser muy cautos y estar preparados. Vuestra siguiente prueba a superar, mientras no haya aborto, es comprobar que hay latido en tres semanas. Iros a casa, intentad estar tranquilos, avísame si empiezas a manchar y no lo penséis. Lo que tenga que ser, será”.

CATAPÚM Y AMÉN.

Y así nacieron The Austers, un nuevo grupo musical que lo estaba petando con su primer hit Estoy embarazada hoy (mañana no lo sé) y no puedo ni decirlo ni alegrarme. Las siguientes semanas conseguimos disfrazarlas de aparente normalidad, pero cada vez que nuestras miradas se cruzaban, nuestra casa se llenaba de miedos que se podían tocar.

La gymkana de nuestra vida

Pero los días pasaban, y las semanas y el día que escuchamos ese PUM PUM por primera vez no pude evitar llorar y ver mi vida en las próximas semanas como una gymkana  en el túnel del terror.

En los primeros análisis se escondía la siguiente prueba: en la sangre de mi novio estaba el desconocido antígeno M, un anticuerpo que podía ser de dos tipos: malo (atraviesa la placenta y en casos extremos provoca anemia en el feto, por lo que hay que hacer transfusiones de sangre al bebé mientras está aún en la tripa de su madre), o bueno (no atraviesa la placenta y sólo requiere un análisis de sangre mensual para controlar que no muta). De nuevo pruebas y la maldita espera. Tranquilidad dijo la ginecóloga… ¡JA!

Pero en contra de todo pronóstico, yo no manchaba y el antígeno, de momento, era bueno. Quedaba llegar a la semana 12 y nuestra prueba más temida.

Seguimos jugando.

Creo que durante estas semanas bloqueamos de tal manera la noticia del embarazo que era prácticamente invisible, ni náuseas, ni mareos…sólo un sueño infinito, una incipiente tripa oculta bajo camisetas amplias y un inexplicable velo de tranquilidad.

Semana 12. Bebé con latido, dos brazos y dos piernas. The Austers lanzaban nuevo single Es sí pero actuemos aún como que no.

Quedaba la gran prueba final: el análisis Nifty.

En la Seguridad Social realizan el triple screening, donde detectan el riesgo de Síndrome de Down y dos enfermedades más. Esta otra prueba se realiza de forma privada y rastrea el 99,99% de enfermedades genéticas. Y mira, a estas alturas, compro tranquilidad al precio que me pidan.

Tal vez, esta ha sido la peor de las esperas, 16 días pensando que por fin estaba tan cerca que podíamos tocarlo, pero que aún podía ser un espejismo.

Y el jueves 29 de Julio a las 19h por fin pudimos llorar de emoción. De momento, hemos superado todas las pruebas, The Austers sigue trabajando a escondidas en su estudio porque una pareja infértil lo sigue siendo en su cabeza hasta que su bebé nace y los miedos siguen aquí. Pero Manuela también, con 14 larguísimas semanas de vida dentro de mí.

No sé cómo decir esto sin parecer Mr. Wonderful. Un 5% no es un cero por ciento, mientras no sea así, hay que seguir hacia delante. Aunque haya mil contratiempos, aunque se abran brechas en la pareja, aunque parezca que no se puede. Siempre he dicho que ésta es la ciencia más injusta del mundo, pero también es el camino con más vías alternativas que he visto en mi vida. A través de este blog estoy conociendo auténticas luchadoras y madres coraje que tienen un porcentaje superior a cero a su favor. Cuanto más se juegue, más posibilidades hay de ganar.

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                                        Toxoplasmosis positiva. Puedo comer jamón.

De Marzo a Junio

Cambios

Y todo volvió a girar, despacito (Fonsi, qué daño nos estás haciendo a todos), pero las cosas volvían a marchar. Mi pareja lograba gestionar y soltar lastre con la psicóloga de Fertilandia, el estilo de vida que habíamos decidido llevar nos acercaba en sacrificio y entendimiento y la acupuntura le enseñaba a mi cuerpo cosas que jamás hubiera imaginado.

Las ovulaciones dejaron de ser un sufrimiento, ya no me hinchaba como una colchoneta en Agosto y el síndrome premenstrual desapareció por completo, incluyendo dolores y vómitos. La regla llegaba cada mes con puntualidad inglesa. Mi cuerpo dejaba de traicionarme y empezaba a ganarse mi confianza. No puedo decir que se nos olvidase que en Junio todo volvía a empezar, ni que estábamos tranquilos, porque no es así en absoluto. La sombra de todo lo que nos esperaba estaba ahí, pero al menos vivíamos una tregua elegida y gestionada por nosotros. Teníamos  la sensación de control, la erótica del poder.

Mayo

Y llegó Mayo y algo volvió a cambiar. La regla no me venía y yo me maldecía por haber confiado en un cuerpo que, en la recta final, me la iba a jugar de nuevo con malditos retrasos.

En la sesión semanal de acupuntura, Xu me miró muy seria y me dijo que, o me hacía una prueba de embarazo, o no volvía a tratarme. Una prueba de embarazo, mi kriptonita, pocas cosas me desgastaban más emocionalmente que volver a ver esa ventanita jodidamente blanca. Con todo el dinero empleado en test de embarazos que llevaba, podía cubrir de diamantes el Empire State y luego volver a casa en un jet privado. Pero No engañes nunca a Xu (próximamente en la gran pantalla), así que volví a comprar el odioso palito para llegar a casa y hacerme la prueba sin ningún tipo de interés.

Y ese día aprendí que un 5 % puede ser una cifra enorme y que, a veces, los milagros no le pasan solo al hijo de la vecina de la amiga de tu madre. Aún no estábamos en Junio y estaba embarazada.

 

RESET

Un día de Febrero del año impar

Donald Trump había llegado al poder y, de repente, nuestro esperma no valía. El mundo y nuestra relación se iban a la mierda.

La noticia nos explotó literalmente en la cara; lo que para mí implicaba un diagnóstico y una posible solución después de tanto tiempo, para mi pareja fue recibir todo el dolor, culpabilidad y el agotamiento de estos dos años en un segundo. Pasó de ser elhombrequenoseenteradenada a convertirse en el segundo ente femenino de la relación, con todo lo que eso conllevaba.

Ahora éramos un trío explosivo; mi novio, yo y el duelo genético.

Y fue entonces cuando decidimos parar y resetear.

Entre los dos acordamos, lo primero, mantener como base la acupuntura y así llegamos a la consulta de la Dra. Xu, en Madrid (ante todo decir que no soy partidaria de publicitar nada, sin embargo, agradecí muchísimo toda la información que encontré en foros y blogs y ojalá yo también pueda ayudar a alguien). Después de analizar detalladamente todas nuestras pruebas nos dijo que necesitaba tres meses de tratamiento continuado con los dos antes de la siguiente estimulación.

Y con esta decisión nos presentamos en  Fertilandia, siendo conscientes del paso del tiempo pero con un convencimiento total de necesidad de PARAR de verdad un rato y sentir que nosotros también podíamos manejar la situación y no ser siempre al contrario.

Fue entonces cuando aprovechamos para hablar el biólogo (un hombre tan atractivo que hasta a mi recién feminizado novio enamoró) acerca de los motivos y posibles soluciones para la fractura en las cadenas de ADN de los espermatozoides. Estaba clara una causa genética pero no hay estudios demostrados que confirmen también un factor ambiental y de hábitos de vida, pero mira, en esos tres meses mi pareja quería darlo todo y volver a repetirse la prueba en Mayo. A partir de ahí y, según los valores, seguiríamos con el plan del esperma de donante o un con plan B que aún estaba por aparecer.

Lo que me dispongo a contar a continuación no tiene base científica, es decir, ante todo dejar claro que no sabemos con exactitud la eficacia real de nuestro tratamiento, pero como anticipo diré que mejoramos. Y mucho. Y creo que todo lo que nos podamos contar para ayudarnos o inspirarnos a través de estos blogs debe ser bienvenido.

Pues bien, la Dieta Dukan particular de mi novio consistió básicamente en desechar el estrés, el 100% del alcohol y sustancias excitantes como la cafeína y la teína (café, coca-cola, etc). Llevar lo que conocemos como ejemplo de vida sana. Además de eso, por orden de Xu pastillas de zinc, vitamina C, un preparado similar a las flores de Bach y nosotros añadimos el famoso y carísimo Seidiferty, que ya habíamos probado sin éxito anteriormente. También se acordó la introducción de la figura del psicólogo para gestionar sentimientos. Ah! Y matar definitivamente nuestra vida sexual programando relaciones cada dos días durante mi ovulación.

Con respecto a mí, aparte de las duras sesiones de acupuntura (no es fácil acostumbrarse a los tratamientos de la Dra. XU), tomé la misma vitamina C, otro derivado de flores de Bach y adrenalinum  un día a la semana. La vida sana ya la llevaba de serie desde hacía un par de años. Y ambos llevamos una buena alimentación y hacemos bastante deporte.

Nuestra tregua iba de Febrero a Mayo. Siguiente estimulación en Junio.

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                                               Y volvíamos a remar para el mismo lado

AÑO IMPAR

Un día cualquiera de enero

¿Sabéis cuando vuestros padres os dicen que todo va bien pero los pilláis mirándose de reojo y entonces notáis que, en realidad, todo va mal? Pues con casi 39 primaveras, después de dos años de tratamiento, tres transferencias y cinco embriones estábamos exactamente en ese punto.

Notábamos perfectamente como los seres supremos de ahí arriba se miraban unos a otros y nos mandaban señales para que cambiáramos el rumbo.

Adiós Seguridad Social, no eres tú, soy yo. No somos compatibles.

La elección de la clínica fue fácil, teníamos claro que nuestro sherpa de la fertilidad seguiría siendo la médico con  la que hicimos el último tratamiento; profesional, te toca el brazo si lloras, capta las bromas y no está embarazada. Todavía.

Y así llegamos a Fertilandia,  un lugar donde siempre suena reggae en la sala de espera y las revistas del corazón están ordenadas por orden cronológico.

Seré breve porque sí, porque bastante tiempo nos costó asimilar lo que nos explicaron en 20 minutos, los veinte minutos más largos de los últimos dos años y porque no merece la pena decorar algo feo, por mucho que lo hagas seguirá siendo una gran mierda.

Una clínica privada ya es de por sí un palo, y no me refiero en el bolsillo, que MADREDELAMORHERMOSO, me refiero a un palo mental. Tú decides tener un hijo, es decir, llevar a cabo uno de los mayores actos de amor que conozco y las variables que te planteas son las normales: encontrar la pareja ideal, un momento económico y profesional aceptable, una madurez emocional…y ya. Pero no, en este mundo infértil, en el momento en el que traspasas la puerta de una clínica privada, todo se reduce a dinero. Y entonces, a todo el bagaje sentimental acumulado en estos años, se suma una gran PENA.

Después de asumir el concepto a mí me va a costar la vida tener un bebé y Nati, la gitana del barrio, lleva 5 sin saber cómo, la ráfaga de disparos comienza y, por primera vez en dos años llega la cadena de anexinas para descolocarnos aún más si cabe. Resulta que, a cambio de 400€, por fin nos dan un diagnóstico y entendemos que los espermatozoides tienen dos cadenas de  ADN y que si tienes rotas las dos y la principal en un 68%, la concepción es prácticamente imposible y, si sucediese un milagro, las posibilidades de aborto en los tres primeros meses se triplican. Por cierto, un 68% en este mundo no es el 68% que conocemos, que tampoco es tan malo. No. Esa cifra nos da un 5% de posibilidades de embarazo con mis óvulos y los espermatozoides de mi pareja.

CRASH BOOM BANG

La solución más rápida y efectiva para el próximo ciclo, el esperma de donante.

Dos años creyendo que no hay ningún problema tangible, que tan sólo deben alinearse los planetas con mis cientos de amuletos para que quedarme embarazada y, así, sin avisar, llega nuestro Ice Bucket Challenge.

Y Nati con sus cinco hijos.

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¡PUM! Disparo por la espalda

INCISO

Un momento cualquiera de  la primavera de 2017

Dos años después soy una persona muy diferente.

He dejado atrás mucha gente que, lejos de ser tóxica, no me aportaba ni tranquilidad ni amor. Suena cursi pero, todas las personas que nos sometemos a este tratamiento (y sus parejas), necesitamos tanto amor como estradiol.

Hoy necesito escupir mierda.

Aviso que todo lo que voy a escribir a continuación son sentimientos míos, con o sin sentido, justos o injustos, reales o inventados, espontáneos o controlables. No pido que nadie trate de hacerme ver que no debería sentir estas cosas, sólo quiero lanzarlos al vacío de este blog porque, tal vez, vistos desde fuera pierdan fuerza.

Hay una verdad irrefutable en todo esto y es que hay un antes y un después en mí desde que atravesé por primera vez la puerta de la consulta de Reproducción Asistida.

Unos dicen que he perdido brillo en la mirada (qué encantadores), para otros he entrado en el saco de las personas montaña rusa. Para algunos a veces estoy rara y para los menos sigo siendo la misma.

Visto desde dentro es como si estuviera metida en un bucle espacio temporal  al que se entra a través de un túnel con un neón rosa fluorescente en la parte superior donde pone Presión Social, The Magic Land.

La llamada “presión social” no es sólo que la gente te pregunte “¿y tú, cuándo?” al ver que gran parte de tus amigas luce un bombo de 5 meses o arrastran un carro con un bebé ultra gracioso que acaba de descubrir que tiene pies y para qué vamos a hablar de otra cosa si esos pies son lo más. Para mí la presión social es un miedo constante a defraudar a todos los que nos quieren y que están deseando que por fin les demos una buena noticia. Con cada negativo o mala noticia se me cae la cara de vergüenza cuando tengo que enfrentarme a contarlo porque pienso que continuamente estoy defraudando a todos los que esperan que nos salga bien. He aprendido a temer, tanto el momento de la llamada tras la beta, como el fatídico WhatsApp que copio y pego para todo el mundo y al que siguen un aluvión de respuestas cargadas de buenas intenciones pero revestidas de pena por nosotros, condescendencia  y esperanzas que, en ese instante, ni me llegan ni me creo. Aunque no tenga sentido, a veces casi me dan más pena los demás que yo misma.

Cambios. Por dentro y por fuera.

Ya no llevo ningún amuleto y me sentí tan desnuda como liberada al quitármelos. Ya no estoy pendiente de cuándo hay luna llena. Ya ni me alegro ni me deprimo por embarazos ajenos (salvo que sean muy cercanos), por un lado va el mundo y por otro yo con mi historia. Sigo escuchando historias milagrosas que dejan a Ana Rosa Quintana a la altura del betún; ¿Sabes que Menganita, que no tiene ovarios y acaba de cumplir 82 años, se casó con un transexual y se ha quedado embarazada?

Sonrío y me recoloco las orejeras de burrito para no desviarme. Ya no reacciono.

2017

Un día cualquiera del primer mes de otro año más

La beta espera no pudo ser más tranquila. Intenté, sobre todo, ser muy consciente de que todos y cada uno de los síntomas vienen dados al 50% por los parches de estradiol y la progesterona y al 50% por nuestra mente, más poderosa que cualquier súper-héroe. Así que esta vez no me observé ni analicé 23 horas al día y, salvo dolores puntuales muy fuertes en los ovarios, no noté nada. La nada puede ser muy buena y muy mala. La nada en esto puede significarlo todo o quedarse en eso, es una gran cantidad de NADA.

Fueron 15 días con mi perra y mis dos gatas constantemente encima. Una vez leí que su ronroneo es milagroso y ya, a estas alturas, cualquier cosa que aportase tranquilidad era bienvenida. Paseamos mucho por el campo, abracé árboles, planté flores en nuestro jardín y compramos una orquídea por cada intento que no salió adelante. Hablamos mucho con los embriones, les pedimos por favor que no se soltaran, que se ayudaran y le supliqué a mi abuela que me ayudara desde el cielo.

Pero está claro que si Manolita pudiese ayudarme, no hubiera permitido nunca que pasásemos por este infierno. Y que nada depende de las toneladas de amuletos que lleves encima, ni de las veces que acaricies con amor tu tripa, ni de las velas que enciendas. La actitud, el ánimo,  la esperanza y todo eso  son muy importantes, pero dos años después he comprendido que estamos hablando de Ciencia y de Medicina y que tanta superstición y “rezos” me daban tanta esperanza como dolor al final.

Y tras la tercera beta negativa, en Enero de 2017 decidimos cambiar de plan.

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Tercera Parte

Un mes cualquiera de 2016

Y llegó el verano. “Relajaos, tomaros este tiempo de descanso y en septiembre nos vemos”, entiéndase, “la seguridad social cierra esta consulta dos meses”.

La mezcla de resignación y cansancio consiguió que no nos sonara mal eso de recuperar vida sin estar pendientes de ecografías y medicamentos y dedicarnos a nosotros para tratar de ser un poco los que éramos antes. Pero esto no es fácil, de hecho aún estoy en conflicto constante conmigo misma, la aceptación, mi novio y yo hemos dejado de llevarnos bien.

Y pasó el verano y no debimos relajarnos bien porque yo seguía sin estar embarazada y sin ser ni la sombra de lo que era año y medio atrás.

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El agotamiento físico y mental no descansa en verano, como la Seguridad Social

La buena noticia era que nos quedaban dos embriones congelados que nos mantenían a flote. La parte más dura ya estaba hecha, ahora sólo necesitábamos una mini estimulación para preparar mi cuerpo. Endometrio, es tu turno. La mala noticia es que ésta es la ciencia más injusta e inexacta que conozco y, tras un mes de pinchazos con todos sus efectos secundarios, éste decidió parar de crecer y dejarnos de nuevo en el punto de partida.

A partir de aquí, perdonadme, pero vuelvo a perder la noción de los días, semanas y meses que pasamos intentando que el endometrio pasara de los 7 malditos milímetros con parches de estradiol, decapeptyl, etc. Tengo que reconocer que para entonces ya había asesinado al Mr.Wonderful de la fertilidad, ahora entraba en la sala de espera mirando al suelo, sin saludar, con miedo a no conocer a nadie y pensar que todas las chicas anteriores lo habían conseguido menos yo. Olvidé deciros que previamente había descubierto que mi ginecóloga de la implantación anterior estaba embarazada de seis meses. ¿Cómo se me había pasado ese detalle por alto A MÍ? ¡A mí que cuando conozco a alguien me fijo antes en su tripa que en su cara! ¡Qué desfachatez! ¡Es como si tienes una pierna escayolada y el traumatólogo te recibe haciendo la voltereta lateral!

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¿Hola? ¿Karma?

Durante ese tiempo pensé que el saquito con los cinco minerales, el amuleto de mi cuñada, las estampitas de mi madre, la cinta roja alrededor de mi muñeca derecha y todas las señales divinas, no eran suficiente. Así que me inicié en el mundo de la acupuntura de la mano de una médico colombiana de mi ciudad que prometió ayudarme y, mira, en ese momento esas eran las palabras mágicas necesarias para que cayese rendida a los pies de cualquiera.

No sólo me ponía agujas, también usaba cromoterapia con cintas de colores, imanes, figuras geométricas para ordenar mi cuerpo, me sometí a una terapia de decodificación y, lo que es más importante, aprendí una gran cantidad de insultos en colombiano que iban mucho más allá del hijueputa gonorrea (si no habéis visto Narcos, obviad este comentario y el siguiente. No contiene spoilers). Fue un mes de confianza, de cariño y de  Javier Peña en el que mi pequeño endometrio engordó bastante y se volvió esponjoso.

Y llegó el 2017 y, con él, la tercera implantación.

3, 2, 1…Go! II

Un instante cualquiera de 2016

Y así empezó 2016, con las socorridas esperanzas de los que te quieren acerca de que este sería nuestro año. Pero lo que poca gente sabe es que yo soy más de números  impares.

“Estimulación” siempre me ha parecido una palabra sexy hasta que entré en este submundo.  El segundo intento fue una bofetada de realidad desde el principio; Gonal, Menopur y compañía habían pasado de ser unas colegas majas a hacerme un bullying en toda regla. Podría hacer un tratado únicamente con la sintomatología de esas tres semanas, pero me limitaré a unos cientos de líneas. Aviso, si sois susceptibles, empáticas o vuestro cuerpo se mueve por imitación inconsciente a lo mejor os abro la caja de Pandora.

Os aseguro que, una vez metida en faena, soy una persona muy racional y mentalmente ordenada, que jamás se lee los prospectos de las medicinas y que ignora todas las historias negativas que a la gente le chifla contar cuando les confiesas en qué andas metida con tantas visitas al hospital. De hecho, con el recuerdo del primer intento, pensaba que cualquier dolor de cabeza, nausea o mareo desaparecería siempre al tercer golpe de tacos de mis brillantes zapatos rojos. Pero esta vez no fue así.

Mi tripa era similar a la de una embarazada de cuatro meses (cruel comparativa, lo sé) y su tamaño era directamente proporcional al dolor que me provocaba notar cómo los ovarios cada noche me decían “¿Crees que no podemos crecer más? Pues te equivocas”. Lo tenía clarísimo, me estaba llenando literalmente de ovocitos, tantos que ya no cabían. Una parte de ellos había decidido emigrar a mis axilas y otros se movían en manada hacia mis flamantes pechos, que aumentaban dos tallas desgraciadamente en invierno, bajo capas de ropa, negando al mundo la posibilidad de admirarlos. Además, de cintura a cuello, mi piel era como la de una sirena jubilada, se secaba con tanta intensidad que parecía hecha de escamas y daban igual los litros de aceites, cremas y potingues mágicos que me echase.

Apenas podía dormir o ducharme y moverme era una pesadilla porque no es fácil ponerse de acuerdo con 16 ovocitos para caminar todos a la vez intentando causar el menor daño posible.

Basta un instante para saber que algo va mal. Fue justo al despertar de la anestesia tras la punción, así que el titular no me sorprendió:

“No se va a poder hacer la implantación. Tienes una fuerte híper estimulación”.

En realidad no recuerdo cómo nos lo dijeron, pero estoy segura de que a la ginecóloga no le salió en forma de pareado. Ella tiene el poder y el mando en el campo de la fertilidad, pero yo tengo el arte y el swag.

Lo bueno de esta mierda y del reposo es que, en poco tiempo, a golpe de Google y de libros de padres te haces una experta en este campo; Bienvenidos a Ovocitos Chanel, tu canal amigo y a la vez vas siendo consciente de lo peligroso del tema. Me di cuenta de que el primer intento in vitro había sido un juego de niños que no se parecía en nada a lo que estaba viviendo. Mi rutina diaria, que era lo que me mantenía a flote, se paró de forma radical.

Adiós al trabajo, al gimnasio, al sexo (por cierto, ¿qué era eso del sexo?). Hola a sentir dolor puto todos y cada uno de los días y a todas horas. Hola a pensar que física y mentalmente no volveré a ser la misma nunca.

Pero todo en esta vida se acaba pasando. Y esto también, aunque confieso que pierdo la cuenta de las semanas o meses que pasaron así.

Hablemos de otra cosa igual de importante.

Amuletos, presentimientos y señales divinas

Hay quien en los momentos difíciles se vuelve budista, otros encuentran la paz en misa y yo encontraba la esperanza en objetos y en lo que yo consideraba guiños de un ente superior que me prometía el éxito a través indicaciones que sólo yo, la elegida, era capaz de ver.

Siempre llevaba conmigo el colgante africano que mi cuñada, que se quedó embarazada la misma semana que nos dieron el negativo, sujetaba con fervor cuando hacía el amor. Juntas llegamos a la conclusión de que algo habría tenido que ver este misterioso objeto y ahora era mi turno.

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Composición de semilla mágica y camisa que no cierra.

También llevaba alrededor de la cintura una bolsita hecha a medida por mi costurera jubilada con cinco minerales dentro que recargaba las noches de luna llena.

           “Bonita, apártate el cinturón para hacerte la ecografía”

           “¿Cinturón? ¡Aparta tus sucias manos de mi jade verde! ¿Es que no notas la energía fértil     que  desprendo?

La mañana de la implantación, camino del hospital, un zorro cruzó por delante de mi coche, ¿un zorro en mi ciudad? Me quedo embarazada fijo.

Durante la beta espera me encontré cuatro gatitos en el motor de un coche. Ya tengo perro, gatos, planto flores en mi jardín, abrazo árboles, hago reiki sobre mi tripa. Gemelos, seguro. Nunca he sido ni positiva ni negativa con esto pero cuando vi el posible sangrado de implantación pensé que porqué no, que igual a mí también podía salirme bien esta aventura. Pero ay, amigas, en este juego nada es lo que parece y todo parece lo que queremos creer que sea.

El mismo día de la beta, justo antes del análisis, me vino la regla.

3, 2, 1…GO!

Otro día cualquiera de 2015

Y así empezaron un sinfín de visitas al hospital, la ginecóloga se convertía en mi nueva mejor amiga y comenzaba a abrirme de piernas con la misma naturalidad con la que me levantaba por la mañana.

Perdonad si cuento mi primera experiencia in vitro de forma superficial y rápida, pero es que realmente es así como la viví. Los pinchazos comenzaron a la vez que surgía un ridículo sentimiento de fortaleza, y digo ridículo porque es quizá en ese momento cuando empiezan a surgir las contradicciones que ya no puedes quitarte de encima en todo el proceso.

“Que no os preocupéis, que yo me pincho sola, que de verdad que no duele, que no me importa volver a casa para ponerme la inyección…..”  Bla, bla, bla… Pero ahora mezclad ese sentimiento de yosoycapazdetodo con la jodida sensación de fragilidad y miedo que produce ver el líquido de la jeringa entrando en tu cuerpo. Fácil y difícil a la vez, no me importa pero estoy jodida, sí pero no.

Y así pasaron los días.

Cada vez que iba al hospital entraba en la sala de espera con la cabeza alta y miraba a los ojos a todas las chicas. Me daban ganas preguntar qué tal a todas las que salían de la consulta, de abrazar a las que lloraban y de responder las dudas de las que estaban allí por primera vez.

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                 Hola, soy el Mr. Wonderful de la infertilidad y estoy aquí para ayudaros, ¡abracémonos!

Con respecto a los efectos secundarios de la medicación, conseguí filtrar previamente por mi cabeza cada una de las sensaciones. Sí, a veces soy un animal racional y eso tiene sus ventajas. Salvo la tripa del tamaño de un balón de fútbol (obviamente estoy exagerando) y esas malditas ganas de llorar, la cosa estaba bajo control.

La punción y la implantación bien, gracias. Y los siguientes 15 días de espera los pasé con bronquitis aguda (soy asmática y Murphy existe) y cistitis, deseando tanto el ventolín y la amoxicilina como un resultado positivo.

Pero el destino me concedió solo los dos primeros deseos.

ANTECEDENTES

Un día cualquiera de 2015

Supongo que el llamado “instinto maternal” a cada uno le llega de una manera. A mí no me llegó. Simplemente un día pensamos “¿y por qué no?”, una frase fácil que también resume el comienzo de mi historia de amor. Y hasta aquí lo fácil.

  • “Oye tú, pues es más difícil de lo que nos decían en el colegio, ¿verdad?”
  • “Bah, el día menos pensado llega, ya verás”

Y así pasaban los días. Y los meses. Y yo iba gestando, en vez de un bebé, un miedo terrible a afrontar un problema al que no quería ni poner nombre. Llegados a este punto tengo que aclarar que vengo de familia de padre médico y madre enfermera. Yo soy la que en los viajes lleva un botiquín que no cabe en la maleta pero, eh, ahí estaré para salvarte de una diarrea, un shock anafiláctico o un infarto. Esta es la parte buena, si te duele algo y me pillas inspirada mis consejos pueden ahorrarte una visita al médico de cabecera. La parte mala es que mi hipocondría es mi peor enemiga. Si me sale un grano dentro de la nariz primero pensaré que es un quiste en el maxilar superior y un padrastro se convierte en el conocidísimo “tumor en el extremo de la uña”. Lo bueno es que estos pensamientos son tan intensos como fugaces y siempre aparecen acompañados de una gran dosis de humor. A mayor grado de agobio, mayor grado de frases y actos estúpidos, o sea de gilipollismo. Y este súper poder es, entre otras cosas, lo que me ha salvado en momentos difíciles.  Como ahora.

Una mañana cualquiera de 2015

Y así llegamos a la Consulta de Reproducción Asistida de la Seguridad Social, mi novio pensando que nos dirían que no pasaba nada, que era cuestión de relajarse y hacer más a menudo la postura del barco de vela del kamasutra (esto lo he tenido que buscar en Google), que lleva incorporado lo de subir las piernas de la mujer para que los espermatozoides cojan una velocidad desenfrenada y atraviesen el óvulo con la fuerza de los mares. Yo por mi parte ya había ensayado frente al espejo mi reacción cuando me dijesen que carecía de toda función ovular, que mis ovarios estaban revestidos de acero inoxidable y no había espermatozoide capaz de atravesarlos y que, además, mi útero había desaparecido por una enfermedad nueva que sólo tenía una persona en el mundo: yo.

  • “Hemos analizado vuestras pruebas y es todo aceptable. Tus ovarios tienen muy buena función ovular para tener 36 años (PUM, la primera en la frente) y los espermatozoides son un poco más lentos de lo normal (PUM, y van dos en menos de un minuto), por lo que un embarazo de forma natural es complicado, pero no imposible. Así que vamos a empezar un tratamiento in vitro”.

Y salimos de la consulta con más desconocimiento que papeles para leer y firmar.

  • “Bueno, pues ya está; diagnóstico y tratamiento. Fácil, ¿no? ¿Estás bien?
  • Yo sí, ¿y tú?
  • “También”
  • “Entonces, ¿por qué lloras?”
  • “No lo sé, ¿y tú?”
  • Tampoco”

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El temporal hace tiempo que amenaza con explosionar.

Qué brutal y qué terrible es la sinceridad.

Cómo sólo dos palabras pueden destrozar los tímpanos, el corazón y la bondad.